top of page

EL RENCOR Y EL RESENTIMIENTO: CÓMO INTEGRARLOS Y NO DEJARLOS EN SOMBRA

  • Foto del escritor: Astrid Roman G
    Astrid Roman G
  • 22 jul
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 22 jul

ree

Algo que puede pasar cuando entramos en fases intensas de integración espiritual es que idealicemos un “estado elevado” donde no hay espacio para la oscuridad. Entramos en una etapa de expansión, comprometidos a practicar la aceptación radical y, por momentos, sentimos genuinamente que todo es perfecto y que todo tiene un propósito, pero que puede volverse una forma de evasión.


Ahí puede surgir un sentimiento de culpa al notar, si hay suficiente presencia, que aún existen rastros de resentimiento, juicio o rencor escondidos, en lugar de solo sentir compasión y aceptación. Esta expectativa y sentimiento de culpa es parte de la mente y el ego, con base en su interpretación e imagen de cómo deberíamos ser.


Por más que intelectualmente hayamos “perdonado” las ofensas y los errores de otros e incluso los propios errores, se vuelve obvio que aún no estamos en paz cuando notamos que nos cuesta sentir alegría por las bendiciones de alguien más o que no sentimos pena por sus vicisitudes. Esta incoherencia interna nos hace ruido.


Ese momento de darnos cuenta de la contracción es una expresión de conciencia expandida o pratyabhijña, el reconocimiento del Ser. Este momento de honestidad con nosotros mismos, incluso si hay algo de autojuicio, es como una grieta por donde se filtra la la gracia y la claridad.


En este artículo vamos a explorar cómo podemos ver al rencor y al resentimiento como señales que nos invitan a reconocer que el dolor de la separación es directamente proporcional al anhelo de unidad. 


¿Qué es un enemigo realmente?


Quizás haya personas cercanas a ti, en cualquiera de tus entornos, ya sea familiar, personal o profesional, por las que te sientes atacado. Tal vez te critican o juzgan abiertamente, o puede que nunca te hayan dicho nada pero de alguna manera percibes una tensión o crítica implícita. Tal vez haya personas que te han lastimado, con o sin intención, o te han tratado mal. Esto puede llevarte a querer defenderte, alejarte o empeñarte en agradarles, reflejando aspectos propios no integrados.


Puede que sea al revés, que hayas lastimado o haya alguna persona por la que sientas mucha aversión, quizás ni siquiera sabes de dónde viene.


En todos estos casos, más que centrarte en las acciones, oberva lo que despierta en ti. ¿Qué historia personal se activa? y ¿qué parte reacciona?


La palabra enemigo viene del latín “inimicus” y significa literalmente “no amigo”, “el que no ama” o “el que no es amado”. Quiere decir que el enemigo es una relación donde no fluye el amor.


El enemigo solo existe dentro del pensamiento. Es eso que la mente cree que debe ser diferente y con lo que no tenemos una relación de amor.


Si no hay amor, hay separación, y donde hay separación, hay una invitación muy fuerte a reconocer la Unidad.


Cuando reaccionamos de manera exagerada hacia alguien o algo, es posible que estemos tocando un samskara: una impresión, impulso o memoria energética que se ha cristalizado en el cuerpo-mente. Estas huellas, que Eckhart Tolle llama el cuerpo del dolor, son circuitos neuronales condicionados por experiencias previas o por herencias emocionales transmitidas intergeneracionalmente. Puedes leer más al respecto en este artículo.


Entre el Ser y el humano: discernimiento


Intentemos primero reconocer que lo que llamamos SER HUMANO es una expresión de la conciencia única, el Ser, que se manifiesta como una forma biológica concreta, con una mente y un cuerpo, humano. No hay separación entre estos dos aspectos. La conciencia se reconoce a sí misma como esta forma.


Hay un aspecto de la mente, o función de la conciencia, que en yoga se llama Buddhi -se suele traducir como intelecto- que nos ayuda a discernir, sin identificación, qué promueve la expansión o spanda y qué nos lleva a la contracción en la percepción. Esto se puede comparar con la función del córtex prefrontal, que permite pausar, observar y elegir con claridad antes de reaccionar.


El humano, cuando está en automático, suele operar desde patrones reactivos arraigados, que tienen una base biológica y ancestral pero que podrían generar dolor para uno mismo y para otros seres: ira, lujuria, pereza, gula, avaricia, envidia, orgullo o soberbia. Cuando se manifiestan, al no ser reconocidas como formas válidas del Ser, estas fuerzas quedan en la sombra como enemigos internos. Reintegrarlas significa ponerles la luz de la conciencia.


Cuando hay presencia, Buddhi permite discernir entre lo que contrae la conciencia -alimentada por hábitos inconscientes- y lo que surge de la claridad de la intuición. Desde ahí es posible actuar de una manera más coherente.


La raíz de todo es unidad


Desde una perspectiva no dual, no hay diferencia entre el Ser individual y lo divino. Toda experiencia, incluyendo el dolor, es una manifestación de la libertad absoluta de la conciencia. La mente nunca podrá entender el misterio impenetrable del sufrimiento humano, pero, si nos permitimos cultivar el silencio, podremos estar en la presencia de nuestra parte más esencial que está más allá del dolor.


Si en su lugar, vemos a las personas, las acciones o nuestras circunstancias como la causa de nuestro sufrimiento, estaremos atrapados en la interpretación de la mente y su historia del yo.


Cuando ves al otro solo como un ser biológico y limitado, lo dejas amarrado en esa identidad y te reduces a ti mismo a ese nivel de percepción, confirmando separación.


Si todos los días eliges poner toda la voluntad de tu parte de ver las cosas desde la presencia, reconoces la unidad. Aunque parezca pequeño, elegir ver desde el Ser, una y otra vez, transforma la totalidad de tu experiencia.


La mente no es un enemigo, ella tiene un propósito. Si ella elige ver el conflicto es lo que ha aprendido. Lo importante es reconocer la diferencia entre los pensamientos y el espacio interior en el que ellos aparecen.


Entonces,


¿Cómo cambio la forma en la que estoy construyendo la realidad?


Podrías comenzar notando que no eres la mente. Hacer un pequeño ejercicio de observación y notar que la mente tiene un rol y lo está cumpliendo, pero esa construcción mental, ese pensamiento no eres tú. Ella emite pensamientos, y tú los notas: esta es la mente juzgando; esta es la mente imaginando; esta es la mente pensando.


Como personas, somos una red de información que se despliega de diferentes formas: a nivel físico el cabello es información, nuestro color de piel, el color de los ojos, todo es información. Esta información nos puede dar pistas acerca de nuestras raíces por ejemplo. Hay mucha información que hemos heredado, que nos la pasaron nuestros ancestros. Podemos verla, sin tener que obsesionarnos en analizarnos.


A nivel mental también traemos información. Tenemos tendencia a interpretar la realidad desde ciertos matices. También tenemos cierta programación que no es personal, que no elegimos. Lo importante no es tanto entender todo esto, sino reconocer lo que ya es y darle espacio.


A un nivel más sutil somos patrones de energía que se han estado construyendo con cada pensamiento, acción, emoción, que vienen tejiéndose por generaciones. Se ha venido haciendo un trabajo colectivo enorme para que lleguemos justo a donde estamos en este preciso momento.


Cuando tomamos conciencia de que hay comportamientos heredados, y tendencias inconscientes que ya venían en nuestro ADN, sin culpar a nadie, entra la función de nuestro libre albedrío, nuestra capacidad de elegir: “no tengo que repetir, no tengo seguir actuando o pensando así. Tengo alternativas.” 


Si estas huellas vienen heredadas de nuestros padres o abuelos, podemos decir en honor a sus vidas: “les dedico esta nueva manera de ver las cosas.” Ellos han jugado su papel, ahora puedes elegir el tuyo conscientemente.


Cuando alguien actúa de victimario y ha causado un daño, está limitado por su información. Cree que es el único recurso de supervivencia que tiene, o la herramienta para obtener amor. No es consciente de que puede elegir. No ha desarrollado un discernimiento claro para darse cuenta de que tiene alternativas y que puede salir de ese patrón de sufrimiento, dejar de identificarse exclusivamente con el humano biológico, y dejar de seguir operando impulsivamente desde sus deseos y aversiones. 


¿Qué es el perdón?


Es darme cuenta que tanto yo como el otro somos consciencia y tenemos un cuerpo y una mente. Y que ambos hemos sido presa de nuestros patrones y huellas sin saberlo. Te das cuenta que el pasado ya no está aquí, a excepción de cuando lo traes con el pensamiento.


Perdonar es soltar la historia. Solemos castigarnos una y otra vez cuando vemos al otro solamente en su rol de humano biológico cometiendo errores y nos quedamos atrapados en el rol de víctima. Porque no estamos viendo el mensaje oculto de la experiencia.


Puedo elegir no seguir vinculándome con esa persona, puedo denunciarla si su comportamiento es inapropiado, puedo alejarme y establecer límites, puedo reconocer que está en un rol destructivo para consigo y su entorno, pero también puedo ver que es más que eso, que su existencia va más allá de lo visible y que compartimos la misma esencia.


Esa persona no es su mente, aunque ella crea momentáneamente que sí. Está operando desde la ignorancia, la inconsciencia, quizás el egoísmo. Pero como diría el maestro Abhinavagupta: es Shiva escondiéndose de sí mismo. 


Me recuerdo: “No tengo toda la información para juzgar el propósito de nada. Cada persona es un ser creador poderoso, igual que yo, que momentáneamente cree ser su mente. Es inconsciente.”


Cuando emerge la gracia divina 


Con una buena intención de querer ver la realidad, una persona puede entrar en contacto con la verdad de quién es a través de una experiencia mística donde el ego colapsa y siente el peso y el dolor de lo que ha manifestado. Eso es gracia, no viene de la mente. Allí podría surgir el espacio para no pelearse con su historia y su herencia, aún sin negar su responsabilidad. 


Esa persona puede aceptar las consecuencias de sus actos y al mismo tiempo reconocer que hay un entramado más complejo y que la vida es un misterio. Eso le permitirá vivir las consecuencias, suavizando la autocondena y soltando las resistencias. 


Cuando nos damos cuenta del dolor que se ha generado por actos inconscientes, solemos preguntarnos con cierta resistencia: “¿Por qué tuve que ser “yo” quien genere sufrimiento?”, “Por qué no fui lo suficientemente consciente para evitar el dolor?”.


Es necesario hacer consciente la culpa, sentirla. Si está presente, sentir la impotencia que nos puede dar el no haber podido ver más o “mejor” para haber actuado diferente y tomarnos el tiempo de agradecer que ahora sí lo vemos.


Aunque una persona esté físicamente presa, puede liberarse internamente cuando se da cuenta de que es mucho más útil para el mundo que su alma esté en paz. Antes era inconsciente. Hoy tenemos la comprensión y alternativas.


Realmente no somos capaces de liberar de sufrimiento a nadie más, solo a nosotros mismos.


El estar presentes es la verdadera liberación


Cada vez que hay juicio, la conciencia se contrae. Nos reducimos a una forma, y eso nos da una identidad. Pero no es necesaria, podemos estar presentes sin rechazar ni justificar lo que ya es.


Hay una contracción interna al sentir que nos rechazan que nos nubla, no nos permite ver la realidad. Cuando nos abrimos a digerir el sentirnos rechazados, nos damos cuenta que nos hemos escudado en la rabia o el victimismo para no sentir que hay una parte que busca aprobación.


Cuando sientes rechazo, no es necesario que crees toda una historia sobre eso. Solo siéntelo. Intenta quedarte con esa sensación sin querer cambiarla. Cuando dejas estar la emoción y le pones tu atención sin juicio, se disuelve en el campo de la conciencia, y ya no sentirás la necesidad de ser aceptado. Dejas de esperar algo que el otro no puede dar. Solo tú puedes abrirte a aceptar todo de tu experiencia interna y liberarte.


El otro tiene derecho a sentir lo que siente. Lo dejamos con la responsabilidad de sus emociones y nos hacemos cargo de nuestras propias emociones, sin imponer en otros la carga de tener que aceptarnos para satisfacernos. Cada uno tiene derecho a ser.


Entonces, cómo liberarnos de esta prisión de “yo estoy bien, tú estás mal” que nos mantiene contraídos?


Ciertamente al tener una autoimagen de rectitud nos podemos sentir superiores, más elevados, más despiertos, pero no estamos en paz. La separación se alimenta de la idea “yo tengo razón, tú estás equivocado”. Es una identidad adictiva pero que hará ruido hasta que nos acerquemos a la verdad de la unidad.


La emoción o la resistencia te puede ir revelando dónde tu identidad se está reduciendo a un personaje. Y que para liberarte no debes cambiar nada, solo observar las emociones que no quieres sentir (inseguridad, miedo, tristeza) o a las que tengas apego (orgullo, rabia, rencor). Les ofreces tu atención y presencia sin más.


El final del conflicto


Tal vez hay una parte de ti que quiere seguir peleada. Quiere seguir sintiendo rabia, que encuentra sentido en el dolor y en la resistencia. Tal vez sostener la enemistad fue la estrategia para sobrevivir de nuestros antepasados y eso ha quedado muy arraigado en nosotros. Observa eso, sin juicio.


Si lo sientes, abre espacio y valida esos sentimientos reconociendo que ya existen, y déjales estar en el campo ilimitado de tu conciencia infinita, sin actuar sobre ellos, sin alimentarlos y sin rechazarlos como inadecuados. Recuerda que al ser honesto con lo que realmente sientes, le abres la puerta a la gracia. Eso es algo que no provocas tú, solo lo permites al reconocer lo que hay dentro de ti sin resistencia.


ree

Con esta actitud, dejamos de alimentar la energía de dolor que se ha repetido como un patrón en nuestra experiencia biológica y mental por inercia.


Expandimos la conciencia cuando conectamos con la frecuencia de no resistencia a lo que es ahora. El YO SOY es lo que somos cuando soltamos el esfuerzo por ser algo.


La liberación no existe en el futuro, la puedes tener ya, si te quedas en este momento con lo que es.


ŌM NAMAH SHIVAYA 


Mucho amor, 


Astrid 🌬️🕊

Comentarios


Join the Club

Join our email list and get access to specials deals exclusive to our subscribers.

Thanks for submitting!

bottom of page