EL PODER PERSONAL Y LA TRAMPA SUTIL DEL ORGULLO
- Astrid Roman G
- 16 abr
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Actualizado: 16 abr
Tercer Chakra - Manipura: el centro del poder personal

Siendo el sistema de chakras una especie de mapa simbólico que nos muestra nuestros estados de conciencia, el chakra del plexo solar, Manipura, se asocia con el poder personal, la fuerza de voluntad y la formación de la identidad personal, mejor conocida como el ego.
Cuando estamos habitando este chakra sin alinearlo con los chakras superiores, solemos estar dominados por el ego. Sin embargo, cuando lo alineamos con estados de conciencia más sutiles, todo ese poder personal se transforma en un poder transpersonal. Es una transformación inevitable que ocurre en la medida en que somos muy honestos con nosotros mismos con relación a nuestros deseos e intenciones.
¿Qué es el Yo transpersonal?
Es cuando poco a poco, comenzamos a restarle importancia a la autoafirmación y a la necesidad de demostrar nuestra valía, y comenzamos a ofrecer toda nuestra energía al servicio de un bien mayor. La conciencia se expande en dicha silenciosa. Cuando no es así, todo el valor que reconocemos en nosotros se proyecta como orgullo.
¿Qué dicen las tradiciones?
Las enseñanzas de Jesús, a través de sus parábolas confrontaban las estructuras del ego, con el fin de desmantelar la falsa grandeza construida desde el orgullo, promoviendo siempre la humildad como el camino:
(Lucas 18:9-14)
“El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres…’ (…) El publicano, en cambio, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo. (…) Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
Desde esta perspectiva, el orgullo es una forma de arrogancia que dice: “yo soy más especial que otros”. Este orgullo espiritual nos separa.
Desde la visión del Advaita Vedanta, el orgullo es una manifestación del ego (ahankara) y por ende una expresión de la ignorancia (avidya) que nos hace creer que somos un “yo” separado, dueño y autor de nuestros logros. Esta identidad basada en el cuerpo, la mente o la historia personal nos ancla en la dualidad y oscurece el reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza: el Ser (Atman), que es uno con la Conciencia Absoluta (Brahman).
Cuando nos damos cuenta de esta unidad, el orgullo se disuelve espontáneamente, y en su lugar emerge una humildad de forma natural. Esto nace del entendimiento de que no hay un “yo” separado que hace, posee o controla nada.
En la tradición budista, por ejemplo en el Abhidhamma, el orgullo (mana) es definido como: “la tendencia a compararse con otros: considerarse superior, igual o inferior”. El Buda considera al orgullo como un obstáculo en el camino a la liberación.
En el Sutta Nipata, el Buda dice:
“Aquél que no se considera superior, igual o inferior a nadie, es alguien sin orgullo.”
(Sutta Nipata, v. 814)
Este estado se llama anatta (no-yo), la comprensión de que no hay un “yo” fijo al que aferrarse.
El Buda también habla de la humildad que nace del desapego del ego. En el Dhammapada, dice:
“El sabio se alegra cuando actúa con virtud, como una persona que ha superado una gran prueba.” (Dhammapada, v. 24)
Esa alegría no es orgullo en el sentido egoico, sino un reconocimiento del buen camino recorrido. No hay comparación ni siquiera con el yo del pasado, solo dicha por el momento presente.
Más recientemente Un Curso de Milagros presenta al orgullo como una afirmación del ego: una construcción mental basada en la separación y el juicio. No es que el ego sea malo -es útil para nuestra supervivencia-, pero debemos aprender a distinguir entre la percepción mental y la realidad.
“La arrogancia… hace que el orgullo se interponga entre tú y tu función.” (Lección 186)
UCDM reemplaza el orgullo por la humildad real, que es la aceptación de tu verdadera identidad, que reconoce que la grandeza no es personal, que es compartida, extensiva y que está unida a todo.
El Dr. David Hawkins, en su modelo de escala de consciencia, ubica al orgullo por encima de la culpa o el miedo, pero sigue teniendo una calibración baja (en 175), estando por debajo del umbral del coraje (200), que es el punto a partir del cual la energía se vuelve constructiva.
Según Hawkins el orgullo está asociado a la identificación con logros, posesiones, creencias o imagen personal. Claramente un nivel dominado por el ego que depende de lo externo para sostenerse. En este contexto, el orgullo bloquea el crecimiento espiritual porque la persona no se abre a la rendición, ya que aún toma los méritos como propios. Por el contrario, la humildad consciente calibra por encima de 500 en la zona del amor, porque surge del reconocimiento del Ser sin necesidad de comparación o de defender el valor propio.
¿Existe el “orgullo sano”?
Sería lo que el maestro Abhinavagupta llama mahagarva o divya garva en el Tantraloka -el gran orgullo divino. No es el orgullo del yo separado, sino una afirmación gozosa de la identidad del lo Absoluto. Cabe destacar que este reconocimiento es silencioso, no se publica.
“El yogui que ha reconocido su naturaleza como Shiva se mueve en el mundo con la certeza de que todo lo que hace es una expresión de su libertad. En él no hay duda ni temor, sino un gozo inquebrantable.”
(Tantraloka, I. 86-88, paráfrasis adaptada)
Es necesario hacerse consciente de si hay matices de comparación en la narrativa de nuestra gratitud: “el karma de mi alma ha hecho que yo esté recibiendo la gracia divina”. Pregúntate: ¿El alma de quién? Cuando no hay orgullo, solo se siente gratitud con mucha humildad. El orgullo puede enmascararse y llevarte a compararte, ubicándote como superior incluso frente a tu “yo de antes”, en cuyo caso estarías cayendo en la trampa de la dualidad y en la ilusión del tiempo lineal.
El orgullo es un condicionamiento
Podemos sentir orgullo por todo: nuestra apariencia, nuestras habilidades, nuestro carácter, el entorno del que venimos o incluso los desafíos que hemos superado.
El orgullo aparece a cada momento, especialmente si crecimos en un ambiente donde se premiaba o castigaba el comportamiento. Incluso si no mostramos a otros nuestros logros, siempre buscamos la validación de los padres que hemos internalizado en nuestra psique. Nos damos una palmadita en silencio o nos autocondenamos cuando creemos haber fallado.
El orgullo muchas veces está tapando ciertos miedos: miedo a no ser suficiente, a no valer, a no ser visto, a no ser amado. A veces también aparece por la necesidad de controlar cómo nos perciben los demás, o por haber vivido alguna historia donde ser vulnerable es sinónimo de peligro. Nos resistimos a recibir ayuda, nos hace sentir mal.
Queremos demostrar que podemos solos, que hemos evolucionado, que somos distintos. Pero mientras siga habiendo algo que queremos proteger o sostener, seguimos dentro de la identidad limitada del ego.
En el Bhagavad Gita, Krishna le dice a Arjuna que la humildad (amanitvam) es una de las cualidades del sabio y del buscador sincero. No se trata de falsa modestia, sino de la natural ausencia del ego que surge al comprender la Verdad.
Es importante destacar que no se debe intentar forzar la humildad. Debes reconocer la existencia del orgullo para tí mismo, de lo contrario, correrás el riesgo de dejarlo en sombra, generando una lucha interna por la necesidad de reconocimiento latente.
La intención con esto no es que nos condenemos por sentir orgullo, sino hacerlo consciente, saber si estamos viviendo las experiencias desde el condicionamiento y pedir claridad para ver la verdad y vivir la experiencia desde un lugar lleno de más ligereza y libertad.
En la segunda parte, exploraremos cómo desde una mirada cuántica y espiritual, podemos pasar de la autoafirmación a la verdadera rendición. También compartiré un ejercicio práctico para cultivar presencia, gratitud y humildad gozosa.
Mucho amor, 🪶❤️
Astrid
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