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Cómo Hacer las Paces con la Necesidad de Controlar

  • Foto del escritor: Astrid Roman G
    Astrid Roman G
  • 2 feb
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 3 feb



Mucho se dice sobre la necesidad de soltar el control. Creemos que confiar en la vida significa solo dejar de controlar, que la rigidez es enemiga de la paz, y que si sentimos la necesidad de asegurarnos de que todo salga bien, es porque “no hemos aprendido a fluir”.


Pero, ¿es así de simple?


En un artículo anterior sobre el tercer Chakra, mencioné cómo los patrones de desconexión en el plexo solar puede llevar tanto a la necesidad de controlarlo todo como al extremo opuesto: la falta de dirección por “fluir” sin estructura. Pero debo aclarar que no todo control es disfuncional ni proviene de una sombra oculta.


A veces pasa que la necesidad de controlar no surge de una inseguridad personal, sino de una responsabilidad legítima. En la práctica, la vida nos pone en situaciones en las que es necesario sostener límites, ya sea como líderes, padres, médicos, terapeutas, o simplemente como adultos responsables. Además, el impulso de controlar es una expresión natural de la mente buscando seguridad, comodidad o previsibilidad. Y está bien. La mente hace lo que sabe hacer: crear estructuras, anticipar, organizar.


Desde un punto de vista neurobiólogico, cada vez que logramos controlar algo con éxito, el cerebro libera dopamina, reforzando la idea de que tener control es positivo. Esto puede generar una relación de dependencia con la sensación de control, especialmente en entornos inciertos. Cuando la incertidumbre activa la amígdala, generando estrés y miedo, buscamos compensar esa sensación activando la corteza prefrontal para prever lo que vendrá, lo cual reduce la ansiedad. Por eso sobrepensar se vuelve compulsivo.



Entonces la cuestión no es simplemente “soltar el control”, sino integrarlo. Quiero decir, no se trata de renunciar a la dirección y la estructura, sino de encontrar un equilibrio entre sostener y permitir, entre actuar y confiar. Si tratas de “fluir” sin estructura, vas a sentir que te desbordas sin dirección. Hay que integrar ambos aspectos.


El hecho es que no te voy a aconsejar que “dejes de controlar”, sino que observes con toda tu presencia cuando surja esa necesidad y también, cuando la reprimas. Porque hacer consciente tu relación con el control permite que tu cerebro opere de manera más eficiente, bajando el estrés y fomentando la paz interior. Cuando esta necesidad no está integrada, el sistema nervioso puede mantenerse en alerta constante, generando ansiedad, pensamientos en bucle, inflexibilidad mental o sensación de vacío. 


Veamos al Control en Sombra


Si tienes la necesidad de control en sombra, es porque, en algún punto, aprendiste que controlar es malo. Entonces, te obligas a soltar, a fluir sin estructura, pero en el fondo tienes ganas de orden y disciplina.


El problema es que esta necesidad reprimida no desaparece, sino que se manifiesta de formas sutiles. Puede que osciles entre soltar demasiado y, cuando las cosas empiezan a desbordarse, sentir la urgencia de retomar el control de golpe.


Algunas formas en las que esto puede aparecer en tu vida:


  • Te cuesta poner límites claros, pero luego te frustras porque los demás no cumplen con expectativas que nunca expresaste.


  • Procrastinas hasta el último momento y, cuando la presión es insoportable, actúas de forma impulsiva.


  • Te obligas a “fluir” pero a la vez te estresa sentir que no tienes claridad sobre hacia dónde vas.


  • Resistes la autodisciplina porque la asocias con una figura autoritaria, pero luego te juzgas por no ser constante.


  • Tienes dificultad para delegar. Sientes que no puedes controlar nada, pero tampoco confías en que todo se resolverá solo. Entonces, terminas haciéndolo todo tú, agotándote.


  • Crisis de productividad y descanso. Puede que te sobrecargues hasta el punto de agotarte, luego te obligues a “fluir” sin estructura y, cuando sientes que has perdido el control, vuelvas a sobrecargarte.



El control es una expresión de energía, no es ni buena ni mala. Pero cuando está en sombra, no es una elección, sino una respuesta automática al miedo. En este caso, el control se vuelve compulsivo porque es un mecanismo de defensa ante la incertidumbre. Reconozcas o no el miedo que lo origina, sientes la necesidad de controlarlo todo o de mantenerte alerta a lo que pueda pasar.


Este tipo de control genera ansiedad y es muy agotador porque empleas tu fuerza vital tratando de prever lo que, en la mayoría de los casos, está fuera de nuestro alcance.


Quizás estás en una conversación y no puedes evitar sobre-explicar, para no ser malinterpretado. O intentas calmar a un ser querido, no solo por su bienestar, sino porque su dolor te resulta duro de tolerar. Tal vez armas tu agenda con tanto detalle que cualquier imprevisto te saca de tu centro desproporcionadamente. Quizás intentas sobreprotegerte por miedo a enfermar o morir.


¿Has notado cómo surge esa necesidad de controlar? ¿Qué sientes en el cuerpo cuando algo se escapa de tu previsión? ¿Qué pensamientos aparecen?


¿Y si el punto no es cambiar nada, sino ver con más claridad?


No necesitas luchar contra esa necesidad ni forzarte a soltarla. Solo mirar. Ver cómo aparece, cómo se siente. No como un obstáculo, sino como un movimiento más de la vida. ¿De qué me está protegiendo el control? ¿Qué pasa si me relajo?


En esa observación honesta, sin juicio, algo sucede. No porque tú hagas que suceda, sino porque la claridad tiene su propio ritmo. Cuando estás presente, la tensión alrededor del control se disuelve un poco, no por esfuerzo, sino por comprensión. Otras veces no. Y eso también está bien.


Cómo luce el control en la vida cotidiana


  • Intentas encajar, moldeándote a las expectativas de los demás, suprimiendo lo que realmente sientes o deseas y perdiendo autenticidad.


  • Evitas las conversaciones difíciles para no perder la imagen que tienen de ti.


  • No delegas o siempre estás supervisando porque “las cosas salen mejor cuando tu intervienes”.


  • Corriges y microgestionas constantemente a los demás, incluso en detalles mínimos.


  • Sientes frustración y ansiedad cuando las cosas no salen exactamente como esperabas.


  • Das consejos constantemente sin que te los pidan.


  • En tu cabeza recreas constantemente interacciones y posibles conversaciones pasadas o futuras.


  • Te cuesta permitir que seres queridos tomen sus propias decisiones. Les adviertes todo el tiempo de los “peligros” o de lo mal que les puede ir al hacer las cosas a su manera.


  • Te obligas a “ser positivo” y a evitar cualquier emoción incómoda.


  • Te obsesionas con hacer prácticas espirituales o de desarrollo personal una tras otra para “avanzar” o “alcanzar tu mejor versión”.


En muchos de estos casos, el control no es un acto consciente, sino una defensa, un esfuerzo. Se siente como una carga porque surge desde la tensión, no desde la presencia.


Aquí lo primero es reconocer la función del control: evitar la incertidumbre, el fracaso o la vulnerabilidad, decepcionar a otros, no ser suficiente. Mira y observa la emoción real de miedo y habítala sin lucha.


Cuando el control ha sido integrado


Cuando el control es una elección consciente y no una respuesta automática:


  • No necesitas un plan perfecto para avanzar.


  • Estás en paz con la incertidumbre sin caer en la pasividad.


  • Tomas decisiones y delegas con claridad.


  • Estableces expectativas realistas.


  • Puedes sostener hábitos sin sentirte atrapado.


  • La autodisciplina se vuelve una herramienta de bienestar y no una forma de autocastigo.


  • Si algo no sale como esperabas, no te sales de tu centro.


  • Te sientes cómodo con la planificación sin apegarte a resultados.


  • No sientes que tienes que elegir entre estructura y fluidez o productividad y descanso. Encuentras un equilibrio.


  • Entiendes que el control es una necesidad natural y una expresión de liderazgo, como por ejemplo, la crianza.


El control se vuelve problemático cuando lo impones desde el miedo o buscas validación, pero es completamente legítimo cuando lo usas con presencia, claridad y sin apego al resultado.


Quiere decir, que si impones límites a tus hijos, no esperes que lo tomen bien y estén felices con la decisión para sentir que has hecho lo correcto. Si aconsejas a otra persona porque consideras que está autosaboteándose o actuando con egoísmo, suelta la expectativa de que se haga consciente y actúe como crees que debería.


Lo importante es saber si estás ejerciendo el control desde la confianza de una guía firme y ecuánime. Haz tu parte y suelta los frutos de tus acciones. Quizás más adelante, quienes no entiendan tu posición ahora, lo hagan cuando tengan la madurez emocional para hacerlo.


Cuando el control ya ha sido integrado, pero sigue siendo una carga


Hay otro escenario: cuando ya has trabajado tu necesidad de control, reconoces que el mundo sigue girando sin tu intervención, pero sigues sintiendo que no puedes soltar del todo porque, cuando lo haces, las cosas realmente salen mal.


Tal vez has delegado, pero has visto que las personas a tu alrededor no asumen su responsabilidad o no se involucran. O has confiado en otros y la experiencia te ha demostrado que no siempre cumplen.


Aquí, el problema ya no es solo interno. No se trata de admitir que estás controlando y ahora vas a “soltar por soltar”, de manera forzada, sino de encontrar una forma de estar en paz con la realidad, y al mismo tiempo usar el control con conciencia.


Confiar no significa asumir que todo el mundo hará las cosas bien siempre. Es reconocer quién tiene la capacidad y la voluntad de hacerlo y quién no. No es lo mismo confiar con conciencia que delegar a ciegas.



Entiende que el control y la entrega son la misma energía


Toda energía tiene su polo complementario. Control y entrega no están separados, son dos expresiones de la misma Shakti en diferentes manifestaciones.


Si intentas fluir a la fuerza, vas a seguir atrapado en el control. Pero si te permites habitarlo plenamente, sin juzgarlo, verás que dentro del control también existe un espacio de entrega espontánea.


Haz tu parte, ejerce el control donde la energía lo pida y permite que la naturaleza de la vida haga la suya. No necesitas sostenerlo todo. Fluye cuando la energía lo pida.


Ejercicios para integrar el control sin que se vuelva una carga


  • Siente la necesidad de controlar en el cuerpo. ¿Dónde se tensa? ¿Cómo es la respiración? Quédate presente con la sensación sin actuar de inmediato. Conectar con las sensaciones internas en lugar de buscar seguridad solo en lo externo, te ayudará a bajar la necesidad de control constante.


  • Observa la mente, nota cómo quiere “resolver” la situación. No resistas la necesidad de actuar, pero nota cómo no tienes que actuar inmediatamente, solo permanece presente con la sensación.


  • Haz una respiración en dos fases, una de acción decidida y otra de recepción y apertura:

    • Inhala con intención y firmeza (activando Manipura, el plexo solar).

    • Exhala con suavidad y lentamente, permitiendo el soltar natural (abriendo Anahata, el corazón).


  • Mantra para meditar: Aham Purnam (“Yo soy plenitud”). Repite este mantra cada vez que sientas ansiedad.


  • Atención plena en lo cotidiano: Date una ducha, lava los platos o envía un mensaje como si fuera un ritual sagrado. Entrena a tu mente a estar presente, en lugar de proyectarse en el futuro y en lo que “podría pasar”.


  • Practica Svadhyaya (autoconocimiento). Escribe lo que salga sin juicio:


  1. Expectativas


¿Estoy esperando siempre que los demás sean como yo creo que deberían?

¿Cómo me afecta que no sea así? ¿Qué pierdo? ¿Qué gano?

¿Estoy explicando bien lo que espero? Si la respuesta es no, ¿por qué?

¿Estoy poniendo límites desde la claridad?

¿Estoy ofreciendo el apoyo necesario o solo espero que las cosas se hagan bien desde el inicio?


  1. Aceptación


¿Puedo aceptar que la excelencia no es la norma sin sentirme en lucha?

¿Hay situaciones que estoy evitando enfrentar bajo la idea de que “todo es perfecto como es”?

¿Dónde realmente necesito intervenir y dónde puedo relajarme?

¿Qué es lo peor que puede pasar si no controlo todo?

¿Estoy realmente confiando en la vida o estoy evitando tomar decisiones por miedo a equivocarme?


  1. Propósito


Si supiera que cualquier elección me lleva a mi propósito mayor, ¿qué haría diferente?

¿De qué manera la planificación podría ayudarme a manifestar mis intenciones sin perder espontaneidad?

¿En qué aspectos de mi vida siento que estoy flotando sin un compromiso real?


  1. Incertidumbre


¿Estoy realmente en peligro si dejo de pensar en cómo será el futuro?

¿Puedo sostener esa sensación de miedo a la incertidumbre sin reaccionar?

¿Cómo me hace sentir pensar en resultados opuestos a mis deseos?


Observa que el control es un mecanismo biológico, no un defecto. Lo que genera sufrimiento es la lucha interna contra él. Trata de hacer tu parte sin necesidad de sostener la tensión, y si la sostienes, habítala. Todas las energías son herramientas para que nos hagamos conscientes. Te invito a vivir la plenitud con cualquier emoción. La energía nos llena de vida si no nos resistimos a ella.



Entonces, ¿Qué es fluir en realidad?


Desde mi perspectiva, el fluir auténtico no implica renunciar a la acción ni esperar que “el universo decida”. No hay un destino externo que dicte el curso de los eventos, porque no hay separación entre quien desea y lo deseado, no hay un universo separado de ti. La vida se despliega como una expresión de la conciencia en totalidad, y dentro de esa danza, tú también eres un movimiento con dirección y propósito.


Fluir en su luz es estar presente en lo que es, sin aferrarse ni resistirse, pero sin caer en la inacción disfrazada de entrega. No significa evitar tomar decisiones o rechazar la estructura por miedo a la rigidez, sino comprender que la disciplina también puede ser una expresión del fluir. Fluir en su sombra, en cambio, es una evasión de la propia responsabilidad, una creencia errónea de que todo “se dará solo” sin involucrar consciencia y voluntad. La verdadera entrega es activa: no rechaza ni el orden ni el caos, sino que los integra con claridad y presencia.


Poco a poco vas a ir reconociendo que la verdadera paz no se da por controlar o soltar, sino por moverte con la energía del momento, sin resistencia.


OM Namah Shivaya 🕉🕊.


Mucho amor,


Astrid ❤️✨



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