CÓMO ALINEARTE CON TU EXPRESIÓN AUTÉNTICA
- Astrid Roman G
- 27 ago
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Actualizado: 27 ago

En el artículo relacionado a Vishuddha, el chakra de la garganta, explico un poco la distinción entre la expresión pura del ser, como cuando este chakra es transparente, y cuándo la expresión está velada por los condicionamientos de la mente.
Algo que he notado en este camino de autoconocimiento, es que la expresión está íntimamente relacionada con la sensación de tener un propósito. Algo que nos puede llegar a afectar a muchos en algún punto de nuestras vidas es sentir que “no estamos haciendo lo que venimos a hacer”. Es un punto crítico porque relacionamos la insatisfacción del ego con la voz del alma.
No importa cuán virtuosa sea la actividad que estemos realizando, si estamos identificados con la mente, vamos a sentir que lo que hacemos no es suficiente. Podemos sentir que algo falta, algún detalle, aunque sea mínimo. Habrá días en los que sentimos la confirmación de que estamos donde debemos estar, pero apenas algo se sale de nuestro plan, volvemos a sentir inseguridad y desconexión.
Algunos pudiéramos creer tener una idea de “qué venimos a hacer”. Hay muchas corrientes que hablan del plan del alma, o que tenemos una misión, sin embargo, eso pudiera generar en algunos ciertas expectativas, ansiedad o frustración, especialmente si aún no se ha revelado esa supuesta misión.
Para realmente conectar con alguna tarea o misión de manera íntegra, sin depender de ello para sentir dicha y plenitud, debe reconocerse antes la naturaleza esencial del sí mismo. Debemos primero reconocer la naturaleza subyacente de toda existencia, reconocer quiénes somos en esencia y poner todo nuestro poder en esta inteligencia inmutable, ya que cualquier satisfacción que dependa de algo sujeto a cambio no puede brindar seguridad ni satisfacción duradera.
Algunas tradiciones proponen que el propósito de la existencia es simplemente existir y cultivar virtudes humanas, aprendiendo a relacionarnos con el resto de la vida, sin embargo, desde una mirada no dual, para lograr eso debe reconocerse una pieza fundamental, y es que somos la esencia misma que sostiene la vida.
Cuando estamos completamente convencidos de que somos creadores de nuestra experiencia desde esferas que trascienden esta dimensión humana, todos los demás aspectos de la vida pueden oscilar, moverse, cambiar, como realmente sucede, pero sabremos que es parte del ritmo, de los ciclos, de las leyes del universo. Nada es permanente, todo cambia. Si entendemos esto último, dejamos de creer que el propósito es hacer o lograr algo específico. Dejamos de creer que tenemos un propósito fijo y delimitado.
Si entendemos que nuestro principal propósito es cultivar la quietud y descubrir nuestra naturaleza esencial, todo lo demás vendrá por añadidura. Todas las revelaciones se darán en la quietud, que no es lo mismo que la ausencia de sonido o de ruido. La mente puede estar generando pensamientos constantemente, porque esa es su naturaleza, pero al saber quiénes somos, no nos identificamos con el contenido de la mente, y podremos escuchar los mensajes que se alinean con el flujo de la vida.
Para conectar con esa dimensión es clave cultivar la presencia plena y tomar conciencia de todo lo que nos lleva a creer que somos la mente.

A veces se hace mucho énfasis en callar la mente, ya que su constante diálogo está tan cargado de juicios, críticas y miedos, que nos hace actuar de maneras que no queremos y además nos termina drenando, porque el pensamiento es energía. Sin embargo, una de las intenciones de alcanzar el estado de meditación es cultivar la ecuanimidad a través de contemplar la mente con desapego, sin apasionarse por lo que en ella sucede.
Pienso que ese encuentro es importante. Siempre digo que es como sentarse con tu yo pequeñito de 4 años que no para de hablar y hacer preguntas. Te mantienes ecuánime, a su lado, presente, sin reaccionar a lo que dice como: “pero qué dices? Eso es un absurdo! Por qué siempre estás con miedo?” O “ya para de hablar que me tienes harto!”. Imagínate hablarle a un pequeño así. En cambio escucharlo te ayuda a conocerlo mejor, a saber cómo interpreta al mundo y a revelar cómo se expresa.
Esa es la mente, la mayor parte del tiempo habla desde esa época: “si decimos esto vamos a agradar; si decimos aquello vamos a incomodar; si hacemos esto nos van a premiar; si hacemos lo otro nos van a castigar; esto es seguro; esto otro es peligroso; esto me gusta; esto no me gusta”, etc. Ella está condicionada por el pasado, tratando de controlar todo y de anticipar lo que sucederá en el futuro.
Nuestro discurso delata los condicionamientos de la mente. Por eso es útil hacer escritura terapéutica o journaling, porque nos ayuda a reconocer desde qué estado de conciencia estamos operando. Nuestra manera de expresarnos refleja las creencias activas.
—> Escribe todos los días al menos dos o tres páginas descargando todo el contenido de la mente sin filtro y sin juzgarlo. Permite que la energía fluya espontáneamente sin libreto.<—
El camino para descubrir el propósito es a través de estar en paz con la realidad del presente. Eso nos permite ver las calamidades del mundo con ojos humanos, con compasión y amor, entendiendo que no somos víctimas de la vida. Entender que justamente las grandes atrocidades cometidas por el hombre a lo largo de nuestra existencia tienen que ver con la falta de reconocimiento del ser y la identificación exclusiva con el ego.
El estado de conciencia es el grado de presencia que le ponemos a cada momento. Podemos estar perdidos en la mente sin darnos cuenta de lo que estamos pensando dejándonos llevar por las tendencias latentes, lo que sería una inconsciencia relativa. O podemos estar con la conciencia atenta, presentes con lo que está pasando en el momento sin identificarnos con eso.
CÓMO PROMOVER LA TRANSPARENCIA EN EL CHAKRA DE LA GARGANTA
Quizás algunas personas se encuentran con la decepción de que para estar realmente en paz no hay que hacer nada. La mente está tan habituada al hacer que le resulta muy incómodo no tener una tarea que cumplir. Debes recordar que en esencia estás más allá de los deseos de la mente para poder romper su inercia.
Por eso, una manera de conectar con nuestra esencia e integrar en lo cotidiano la transparencia en la expresión y en la escucha sería practicar la ecuanimidad. Escuchar atentos los sonidos, tanto externos como internos, y dejar de lado la interpretación subjetiva sobre qué son o qué significan esos sonidos. Si la mente repite los mismos pensamientos mientras nos sentamos a respirar conscientemente, no reaccionamos.
Si hay una construcción cercana y el martillo no para de golpear, no caemos en la narrativa de “no me gusta” aunque la mente al principio le ponga esa etiqueta. Si estamos atentos, solo nos centramos en notar los sonidos presentes. Si es el ladrido imparable del perro vecino, la opinión de otra persona o ese pensamiento repetitivo, no importa, escuchamos sin interpretación.
Cuando etiquetamos los pensamientos se suele activar el mismo mecanismo de bucle mental si no estamos atentos: “todos los días es lo mismo en este vecindario, no paran de construir un día, no se puede tener un día de tranquilidad”, o “cuándo me va a dejar en paz la cabeza, yo siempre con los mismos pensamientos, bla, bla, bla”.
Y lo mismo pasa con los pensamientos que nos resultan agradables: incluso en momentos de conexión con la naturaleza la mente empieza a hilar historias: “ojalá pudiera escuchar estos pájaros todos los días, en mi casa no lo tengo, antes lo tenía, es una lástima, debería mudarme, qué suerte tienen otros que viven rodeados de naturaleza, bla, bla, bla”.
Nos perdemos de la experiencia real y de la comunicación clara. La práctica está en el reenfoque: cuando te des cuenta de que te has enganchado en un bucle mental, haz una pausa y vuelve a la escucha activa y neutral.
Estar atentos es importante para dejarnos notar el espacio entre un pensamiento y otro. Vamos creando el contexto para que ese espacio se haga cada vez más amplio. Cultivar actitud de observación es importante, para darnos cuenta que detrás de cada sonido hay una presencia subyacente. Hay un campo de quietud. Se siente raro, incómodo, la mente va a decir que estás loco, pero no te identificas con esa voz y vuelves a la presencia.
Lo que sí te aconsejo: no intentes callar la mente. Tratar de callar la mente es resistirse a la realidad del presente y esa resistencia contrae la conciencia, llevándote a identificarte cada vez más con la mente. En lugar de eso, te conviertes en un testigo de los pensamientos. Observas sus movimientos y los dejas pasar. Reconoces que son movimientos pasajeros y se disuelven por sí mismos. Ellos surgen y desaparecen, al igual que las emociones, las sensaciones, los sonidos y todos los fenómenos. Nada es permanente.
Algo que permites cuando sueltas el diálogo interno, es que la sabiduría interna comienza a indicarte qué dirección tomar, qué decir o cuándo guardar silencio en el momento perfecto. Es como una transmisión. Esa inteligencia toma el mando cuando te das el espacio de no enredarte en un bucle con cada pensamiento que surge involuntariamente en tu cabeza. Recuerda que no has elegido la mayoría de los pensamientos, pero sí puedes elegir no seguirles la corriente.
MOMENTOS DE SILENCIO
Una práctica muy poderosa se llama Mauna Sadhana, una disciplina seguida por yoguis desde tiempos ancestrales. Es hacer un voto de silencio voluntariamente por períodos variables de tiempo, que pueden ir de minutos, a horas o incluso uno o varios días. Lo preferible sería estar en un lugar que acompañe este momento de retiro donde no haya estímulos artificiales y puedas conectar con la naturaleza. Pero también puedes hacer períodos cortos en casa o en tu lugar de trabajo, hasta cuando vas de un lugar a otro en tu auto, transporte público, o estás en una sala de espera.
Apagas el teléfono o lo pones en modo avión, decides no estimular la mente por ese tiempo, no escuchar podcasts, ni música, leer, ni ver videos. Solo practicar la contemplación y cultivar la ecuanimidad, observando neutral el ambiente que te rodea y a tu propia mente, porque ella sin tu voluntad igual va a juzgar lo que sea que percibe como agradable o desagradable, incluidas las sensaciones físicas, pensamientos y emociones. Observas el juicio de la mente, y lo dejas disolverse de vuelta.
En tu día a día proponte reconocer esos espacios entre pensamientos para que la mente no te arrastre de manera involuntaria a pensar compulsivamente. Haz el ejercicio de observar y escuchar las cosas sin interpretarlas. Y cada vez que estés atrapado en pensamientos repetitivos o miedos, recuérdate que es la conciencia jugando a olvidarse de sí misma.

¿QUÉ PUEDO HACER PARA QUE SE REVELE LA VERDAD DE MI PROPÓSITO?
A la fuerza no funciona. Si tratas de empujar la revelación, no importa cuán sagradas o tradicionales sean tus prácticas, es la mente empujando y juzgando la experiencia como incompleta o imperfecta, queriendo que la vida sea diferente. Además estaría implícito que lo que sea que estás buscando está en el futuro y que debes atravesar un proceso para lograrlo.
Más allá de la existencia de tu cuerpo físico, más allá de la entidad psicológica que se ha construido en el tiempo, la personalidad condicionada por el pasado, todos los procesos mentales, emociones, opiniones, puntos de vista, apegos y aversiones, hay algo más, algo que no se puede definir con palabras pero que permite que todas esos otros aspectos se manifiesten. Es algo inentendible para nuestra mente limitada.
Debemos crear el contexto para estar en esa dimensión de quietud presente siempre en el ahora, y espontáneamente llega el entendimiento de que eso es lo que somos. De nuevo, no es algo que puedas captar con la mente, no lo puedes explicar ni describir, simplemente lo vives. Todo lo demás es impermanente, todo lo demás es temporal. La conciencia que somos se hace consciente de sí misma cuando dejamos de seguir compulsivamente los pensamientos.
El propósito en esta tierra, en la forma que ha adoptado el universo a través de ti, es ser un vehículo para que la conciencia se reconozca y se exprese. Sin depender de nada externo, sin importar qué es lo que haces, ni dónde estás, es una oportunidad de traer presencia. Cualquiera que sea tu situación, conviértela en tu práctica espiritual: Estoy en este lugar y en esta circunstancia para que traiga mi presencia al aquí y al ahora.
Mira cómo se muestra la vida ante ti a cada instante, tal como es. Observa cómo la estás interpretando, sin luchar y sin identificarte con las fluctuaciones que surjan: pensamientos, emociones, reacciones. Escucha más, haz una pausa para que puedas responder en lugar de reaccionar. Respira y vuelve al cuerpo cada vez que puedas, te repites: “estoy aquí”. Utiliza prácticas como la contemplación, la meditación, el yoga, recitar mantras, la respiración consciente y el silencio. Canta y tararea espontáneamente lo que salga sin juicio.
Dile que sí a este momento sin discutir y lo vuelves a hacer una y otra vez.
Lleva la atención adentro y encuentra dentro de ti ese sí al presente y ve si te puedes alinear con él. Nota si surge alguna resistencia al momento, algún comentario de la mente, un pensamiento que argumenta que este momento no es lo que debería ser diciéndote que no es posible alinearte o aceptarlo. Y vuelve a preguntarte si puedes decirle que sí a este momento y sentir la resistencia sin juzgarla para que pueda surgir la verdadera inteligencia no condicionada.
De nuevo, esa inteligencia emerge más fácilmente cuando estás de verdad internamente alineado con el presente. Te rindes a lo que es. Sea lo que sea, si no te pide acción intuitiva, inmediata y urgente, te rindes y surge la inteligencia que te mostrará tu siguiente paso. Confía.
Om Namah Shivaya
Mucho amor,
Astrid 🌬️🤍🕊️✨
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